Cuenta una antigua leyenda de un monasterio del Tíbet que había un lama que era una persona muy sabia, que había dedicado toda su larga vida al estudio y, al acercarse a la vejez, pensó que todos aquellos conocimientos que había adquirido valía la pena dejarlos escritos para que su hijo pudiera aprovecharse de ellos.
Un prestamista tenía un ojo de cristal. Estaba tan bien disimulado que, orgulloso lo ponderaba delante de los visitantes.
Un día se le presentó un pobre labrador, sobre el que habían llovido un mar de calamidades. Se le había perdido la cosecha, un hijo había enfermado y no tenía fuego para calentarse en el invierno. El banquero se negó a prestarle ni un céntimo...
En el Reino de los Cielos, dice el Señor, ocurre a veces como le pasó a aquel hombre que, llegado el otoño y viendo que los árboles perdían sus hojas y que en su jardín ya no había flores, se desesperó y lloró amargamente.
La muerte era el único inquilino de la naturaleza según él, y la muerte se apoderó de su interior...
En una aldea de alguna parte del país, vivía un hombre viejo Y sabio. Tenla ya noventa años de edad y parecía contento y feliz. Y entonces, alguien le dijo: " Vives una hermosa vida, tan larga..."
El viejo aspiró con fuerza su pipa y contestó: "Tú sólo vives día a día ..
Adora y confía.
No te inquietes por las dificultades de la vida, por sus altibajos, por sus decepciones, por su porvenir más o menos sombrío.
Quiere tú, lo que Dios quiere.
Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo, acepta los designios de Su providencia. Poco importa que te consideres un fracasado, si Dios te considera plenamente realizado a su gusto.