Cuando era chico, la sandía en Minnesota era una exquisitez. Un compañero de mi padre, Bernie, era un próspero mayorista de fruta y Verduras que tenía un depósito en St. Paul.
Todos los veranos, cuando llegaban las primeras sandías, Bernie nos llamaba. Papá y yo íbamos al depósito de Bernie y tomábamos posiciones. Nos sentábamos en el borde del muelle, con los pies colgando, y nos inclinábamos, minimizando el volumen del jugo que estábamos a punto de derramarnos encima.
Se cuenta que un rabino sirvió fielmente a Dios durante toda su vida. Por eso, con toda confianza, un día se atrevió a decir a Dios:
Soy Un hombre rico. "Me propongo demandar a la revista "Fortune", pues me hizo víctima de una omisión inexplicable.Y si no, vean ustedes. Tengo vida, que recibí no sé por qué, y salud, que conservo no sé cómo.