Hace 35 años, el domingo 23 de febrero de 1986, se clausuró en la Catedral de La Habana el ENEC. En la fachada del templo se podía leer esa mañana un gran cartel que resumía el deseo de los católicos cubanos durante este camino de reflexión y participación: “Iglesia sin fronteras, solidaria en el amor.”
En la sesión de clausura del ENEC, Mons. Adolfo Rodríguez, a nombre de la Conferencia Episcopal, manifestó “el reconocimiento formal de los obispos al Documento de la ENEC, a su valor a sus significados, a su destino, a su letra y a su espíritu.” Esta frase mostraba implícitamente que los resultados del ENEC no deberían tener en adelante simplemente un carácter consultivo, sino que marcarían el rumbo de la Iglesia cubana. No solo se valoraban los contenidos consensuados en esta asamblea, sino también su “espíritu”, es decir el modelo de participación de toda la Iglesia durante los cinco años de la REC.
El Vaticano II había asumido la categoría “Pueblo de Dios” para subrayar la común dignidad de todos los bautizados y su responsabilidad en la edificación de la Iglesia antes de explicar la diversidad de ministerios en su interior. Mucho mejor que todos sus contenidos, el estilo participativo y de comunión de la REC y el ENEC mostró cómo las enseñanzas del Concilio habían sido recibidas por la Iglesia cubana de entonces. Este fue el mejor signo profético de ese itinerario.
Sería incorrecto considerar el ENEC como un acontecimiento puntual, muy significativo pero aislado temporalmente. Su valor solo puede explicarse a partir del proceso de la REC, donde pastores y fieles fueron educados en la escucha recíproca y la responsabilidad mutua por el futuro de la Iglesia. Como expresara uno de sus protagonistas, el laico Dagoberto Valdés: “la REC fue el ENEC, aún más, fue lo más importante del ENEC y de toda la vida eclesial cubana”.
A partir de entonces la Iglesia intensificó su labor evangelizadora, consciente que tenía una buena noticia que ofrecer más allá del testimonio callado de sus fieles. Numerosas instituciones y publicaciones católicas comenzaron a desarrollarse en los años sucesivos al ENEC mostrando una faceta de la Iglesia diversa de la labor parroquial. Por otro lado, el colapso del socialismo en Europa del Este pocos años después y la grave crisis económica que Cuba enfrentó a partir de entonces hicieron cuestionables muchas de las conclusiones de este proceso, pero no así su estilo.
En los años sucesivos a este itinerario no supimos mantener el mismo nivel de participación laical que caracterizó este camino. La prueba más evidente de ello es que 35 años después no hemos sido capaces de institucionalizar un espacio de diálogo intraeclesial como fue la REC que permitiera afrontar juntos los desafíos de un contexto cada vez más complicado.
El proceso de la REC y el ENEC sigue siendo un referente ineludible y quizás el acontecimiento más importante de toda la Iglesia cubana en sus cinco siglos de historia, donde por primera vez todo pueblo de Dios, pastores y fieles, soñaron juntos un futuro común. ¿Nos atreveríamos a intentarlo nuevamente?
Escrito por: P.Raul Arderi Garcia sj