El discurso sobre el fin del mundo,lleno de imágenes aterradoras (el sol y luna oscurecidos, estrellas cayendo del cielo y los “ejércitos celestes” temblando), ha
causado y seguirá causando temor. Ese temor alcanzó niveles muy altos cuando comenzábamos el nuevo milenio y fue aprovechado por algunos predicadores
tremendistas para invitar a las personas a la conversión. Los temores se acrecientan cuando van acompañados por la incertidumbre del calendario del fin de los
tiempos. “El día y la hora nadie lo sabe”, ni siquiera los ángeles del cielo.
En contraste con el discurso aterrador, resuenan las palabras de Jesús afirmando su permanente cercanía: “Sepan que él está a la puerta”. No tenemos idea —tampoco nosotros sabemos día ni hora— pero sí tenemos la seguridad de que toda nuestra historia, desde el comienzo hasta el incierto final, está en las manos de Dios. Más todavía, tenemos la promesa de Jesús de que sus palabras, toda la propuesta de vida que Jesús vino a traernos, no pasarán.
Este es el mensaje de este penúltimo domingo del tiempo ordinario. No es una invitación al pánico. Es una llamada a vivir este tiempo que está en nuestras manos de
cara al Señor de la historia. Con la confianza que nos brinda la promesa de Jesús, podemos y debemos dirigir toda nuestra atención al inmenso esfuerzo que tendremos que hacer para detener los dinamismos destructores en nuestra tierra. No son solamente estrellas que pueden caer del cielo, sino el horrendo castigo al que estamos sometiendo este mundo nuestro. La codicia de más y más riqueza nos ha llevado a convertir inmensas regiones del planeta en desiertos infecundos, a contaminar las aguas y la atmósfera. El Jardín del Edén está por convertirse en una tierra incapaz de sostener una vida humana.
Estas no son amenazas vacías. No es un discurso apocalíptico barato para asustar a las personas y llevarlas a la religión a partir del temor. La preocupación por la ecología es una señal de esperanza frente a peligros reales, cada vez más evidentes.
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Escrito por: Alberto García Sánchez, S.J.